OTRO DÍA PARA VIVIR EN LA ESCUELA
Barrancabermeja, Santander. Viernes. Diez de la mañana. Los niños están allí sentados en sus puestos, un saludo se atraviesa, una pequeña charla con Deccy permite que los ellos se enteren que estaría el próximo lunes con ellos, si DIOS así lo permitía. Hay niños jugando en la calle, algunos tratando de bajar de un mediano árbol limones que aparentemente para ellos ya están maduros, mi mirada se desvía hacia ellos y con una linda sonrisa es correspondida, caminando esa mañana hacia el pequeño lugar donde las personitas más pequeñas tienen vida, donde las risas a carcajadas y los gritos inesperados se chocan entre sí, aquel lugar donde el saber fluye tratando de colarse en la cerebro de cada individuo, donde más de uno prefiere estar, y donde la alegría es el factor común de cada día, si, a aquella escuela que tiene por nombre Eduardo Santos, cuando una voz particular llena de dulzura y malicia a la vez pronuncia las palabras profe Angie como queriéndome saludar, inmediatamente volteo a mirar para fijarme si era uno de esos chicos con los que había tenido relación antes y si por curiosidad conocía su rostro que era lo probable. Si, era Carlos, el niño que mejor trabajaba en clases y no porque fuera más inteligente que sus demás compañeros, sino por su maravillosa organización, la manera en que plasma todo me dejaba feliz, y como él sabe que me gusta el orden, hasta su comportamiento era incomparable con el resto de varones del salón, simplemente lo salude de manera cordial e inmensamente agradada de tener el privilegio de poder ir con su compañía hasta el portón de la escuela, puesto que hasta allí era posible. En su mayoría los niños con enormes sonrisas les gusta salir corriendo a abrazarme antes de entrar a la institución, y es que son tan pacientes que hasta llegan más temprano que yo solo para esperarme, siempre me pregunto cómo madrugaban tanto, caminan un largo tiempo y logran mantener ese espíritu despierto después de tan gran esfuerzo.
Lunes. Seis de la mañana. El color azul oscuro del portón adorna las paredes de la escuela. La profesora titular habla con una de sus colegas, parada allí para recibir a los estudiantes, pero por su muy ameno dialogo ni cuenta se da que ellos, en su mayoría ya no la saludan, debido a que en otras ocasiones se han sentido ignorados. Los chicos de tercero me ven y desde lo lejos empiezan a corren, como si fuera una carrera y como transformando esas energías en gasolina. Yirneth en esta como en muchas ocasiones es la primera, se lanza y con un grito tierno y alargado dice “hola profe” seguido de otros brazos que se pegan de mí y muchas preguntas que no puedo contestar a la vez, preguntas como ¿Pro usted se va a quedar mucho tiempo verdad? ¿Profe cómo le fue el fin de semana? ¿Le ayudo con su carpeta? ¿Profesora hoy vamos a bailar? Y cosas por el estilo. Lentamente hablando con mis bellas criaturas, llego al aula, coloco mis cosas en el escritorio y espero unos quince minutos a que terminen de llegar. Jhon Ever entra y con su carita radiante me saluda diciendo “hola pro”, posterior a esto me regala siempre una flor, hoy una divina, esponjosita de color blanco, la verdad nunca había tenido igual, Jhon Ever nunca sabe de dónde las coge, solo se ríe y se sienta en su puesto. Brayan llega junto a su primo Steven y colocando sus bolsos en las sillas empiezan a saludar solo a sus amigos, por ultimo uno de ellos se acuerda de todo el salón y con grito dice buenos días y sonríe. Edwin y Angie son los más especiales y no por tener síndrome de Down, sino por su amor, alegría, obediencia, inteligencia, ternura, energía, me saludan como ningún otro niño, con esas ganas de empezar a hacer algo y no estar solo sentados. Voces se oyen por el aula todas con un color diferente, los otros llegan, saludan y hacen lo mismo que los demás. Es hora de saludar por mi parte.
Me levanto de la silla y con una linda sonrisa les doy los buenos días, los estudiantes tratando de ser educados responden al saludo a una sola voz, seguidamente explico al grupo de tercero el porqué de volverme a ver a estas alturas del año parada allí frente a ellos, claro está que no les dije que los iba a estar observando, solo dije que la profesora titular llamada Deccy, me había pedido remplazarla por ese día, ya que ella iba a estar en reunión con los padres de familia. Para empezar con este espacio de actividades, recuerdo a los niños los compromiso, tales como obedecer, respetar a los demás, realizar cada actividad con orden, compartir y ser solidario con el que lo necesita, entre otras, he terminado y pregunto ¿Cuántos están dispuestos a seguir los compromisos?, alzando todos sus manos, pude comprender que todos querían trabajar de forma agradable conmigo. Ellos por orden mía organizan las sillas en círculo. Se acuestan allí uno seguido del otro, pido que cierren los ojos, una música suave y con sonidos de la naturaleza, se expande por el salón y entrando por sus oídos, junto con una gran historia llena de animales, bosques, cascadas, flores y sobre todo color, los transporta a un nuevo y no lejano mundo. Mientras cuento la historia, hay muchos que sin aguantar su curiosidad abren sus ojos para ver qué pasa por fuera de sus mentes, mientras otros simplemente prefieren concentrarse para tener una mágica experiencia, han pasado unos cuarenta minutos y la paz y tranquilidad reina en el espacio, los miro y todos respiran lentamente, todos con caras felices.
Termina la historia, y todos vuelven a su lugar en el aula de clases y opinan que se sintieron muy bien, además cada uno dice como era su mundo y con qué animales pudo compartir, su imaginación los llevo muy lejos, tanto así que algunos conejos eran verdes, rosados, blancos, morados, todos expresaron que les gustó mucho la actividad, ya que descansaron, y pudieron crear otra realidad. Pedí a los escolares que realizaran un dibujo de lo que habían vivido anteriormente. Los niños dibujan, pintan y plasman allí en aquel papel sus emociones. Juan Diego no tiene nada con que hacer su tarea, tan solo la hoja que yo le había dado unos minutos antes, se pone de pie y como mariposa empieza a volar por todo el salón pidiendo materiales prestados, quedándose en su mayoría en las estaciones hablando y jugando con los amigos que tiene en clase, pero ya no es solo juan diego, Camila también tiene su grupo de amigas, se prestan todo y hablan más de lo que trabajan. Sentada en una de las sillas junto a la puerta de entrada observo como trabajan, algunos prefieren mostrarme su dibujo antes de terminar, a ellos les gusta que los elogien y motiven a seguir. La actividad termina. Nuevamente pido a los pequeños que organicen las sillas en dos grandes grupos para realizar una actividad de escritura con recortes, en el pupitre hay dos cartulinas y cada estudiante tiene dos o tres recortes de palabras, todos pasan uno a uno a pegar su palabra, formando una historia divertida. La actividad ha finalizado y uno de ellos lee el chistoso cuento que ha quedado. Un peculiar sonido vibrante se escucha, todos los salen, es el sonido que anuncia el famoso recreo, muchos comen, otros juegan, otros pelean, otros prefieren quedarse hablando conmigo, pero aun así las risas, los gritos, los diferentes ruidos y palabras no son omitidas, es como si esperaran todo el tiempo este espacio, sus energías se liberan el ambientes es cómodo, veo como los estudiantes salen con sus uniformes bien presentados, algunos con sacos. De un momento a otro el patio de la escuela está lleno de personitas que se mueven de un lado al otro, el color azul predomina es como si el cielo se expandiera más, sin límites y barreras, tan solo deja ser lo que es. Al trascurrir el descanso Shirley me cuenta que ella tiene muchas películas en su casa para niños y que le gustaría compartirlas con sus compañeros. Es hora de entrar de nuevo al aula. Las camisas sucias y los pantalones desabotonados, las faldas con sus pliegues en desorden son el estilo que portan los integrantes del curso de tercero, antes de ingresar cada uno debe acomodarse el uniforme, los alumnos están sentados en sus puestos y seguidamente explico la siguiente actividad, pido a cada uno que se cambie y se ponga la ropa que cada uno trajo de su casa para proseguir a realizar el mural para una actividad próxima que habría en la institución, tanto como niños y niñas salen al baño a cambiarse, Carlos, Brayan, Jonathan, y María José me ayudan a organizar el salón y atender en el suelo el murar, a llenar platos con pintura y distribuir los pinceles. Los chicos van llegando y cada uno plasma en su espacio un dibujo del animal que más les gusta y escriben algunas características, pregunto a marcela que harían con el mural y ella solo dijo “mostrarlo a los del colegio el día de exposición de trabajos” además dijo que algunos padres vendrían para ese día. Como la profesora me había pedido que le ayudara a escribir el título, acomodándome y tratando de no tardarme mucho escribo el gran nombre. Hay pinturas por doquier, todos dibujan, unos más grande que otros, una voz enfadada y asustada me dice profesora han regado la pintura roja, reaccione un poco de mal humor, pero tranquilizándome pido a Brayan que limpie el desastre del suelo. El tiempo estaba pasando. Ya eran las doce del mediodía, los estudiantes organizan el salón se cambian y listos para salir para dirigirse a sus casas cubren, esperando que llegue la profesora Deccy. La profe ha llegado y al ver tanto orden se sorprende, Brayan Y Jhon Ever Y Juan Diego se han salido corriendo por todo el salón, como un acto de rebeldía, un fuerte grito hace estruendo. La docente ha regañado a los tres niños. Sentándolos en el puesto deja salir a los demás. El colegio está sucio lleno de papeles, los maravillosos angelitos recogen papel por papel, hasta verlo totalmente limpio, muertos de la risa, empiezan a jugar de nuevo, encontrando en todo lo que hacen un sentido y un toque de diversión. Recojo mis cosas y junto con ellos me despido de la profe dándole las gracias por darme una vez más la oportunidad de compartir con estos lindos chicos. Aquellas personitas van de mi lado contando chistes, pegándose entre ellos, al llegar a la esquina se despiden con un beso, pero a la vez molestándose entre ellos por el beso que cada uno me dio. Así termina este grandioso día, recordando viejos tiempos, anhelando poder tener pronto un salón de esta manera, donde los niños no solo te vean como la persona que sabe, sinocomo ese ser especial con el cual compartes una parte de tu vida muy importante. Me alegró poder haber estado con ellos, sabiendo que he dejado una linda huella en ellos, aprendiendo que la alegría está presente siempre, solo hace falta apretarla con fuerza, así como ellos lo hacen. La escuela es y siempre será aquella casa en la que aprendemos a ser personas, a soñar y volar con alas de luz.
Angie Carolina Donado Rojas